No han comenzado a caer las hojas y ya hay voces que anuncian el otoño. El clima no lo sabe pues seguimos a casi 40º a mediados de septiembre a pie del Mar Cantábrico. Los más pequeños ya comenzaron el ansiado curso escolar por sus padres, o eso nos hacen creer marcas de uniformes, plataformas de adultos "a los que les molestan los hijos" y otros entes. La verdad, jamás me alegré de la vuelta al cole cuando mi hijo era pequeño, nunca entendí como podía escucharse frases como "que gusto 6 horas sin ellos dando la lata en casa". Pero, de las familias modernas no he venido hablar, no, al menos hoy.
Septiembre era un mes llamado a la esperanza, a esa que es lo último que se pierde tras mil quinientos intentos fallidos de: ser feliz, tener salud, dejar de sufrir, ser menos pobre... esa que es a lo que nos debemos agarrar las personas con mala suerte o que al menos no la tenemos cerca.
Mi septiembre sólo tenía el objetivo de afrontar la Teleconsulta con la Unidad del Dolor después de la chapuza del neuromodular que desde el mes de diciembre me estaba jodiendo la vida y que, ingenua de mi creí que en aquella consulta presencial de 13 de abril estaría cerca de resolverse.
Conoces la frase de "Dios da sus mayores batallas a sus mejores guerreras" Pues ya te certifico que ser atea no me hace jugar a favor de ese tal Dios que debe estar empeñado en hacerme ver que existe de la mejor manera que sabe, llenando mi mochila con más piedras, losas y zurullos que los de Santa Paciencia.
Mi teléfono sonó, el 6 de septiembre y una voz temblorosa se identificó como "La Unidad del Dolor". Sí, debía ser un residente, un nuevo fichaje, vamos un pobre incauto que pasaba por allí a quien hemos bautizado como "Antonio el Sanador", Toni si me cabreo mucho al contar la historia.
El bueno de Toni no sabía mi historia médica, ni qué medicación tomo diariamente, ni qué procesos me habían realizado. Toni no sabía qué dolores tengo, ni dónde está colocado el neuromodulador, ni para qué. Toni ha gastado la llamada para nada más que demostrarme una vez más que la Unidad del Dolor no me trata como merezco que es con un mínimo de dignidad y decoro.
Tras ponerle al día de TODO lo que me pasaba antes del 13 de abril y TODO lo que me pasa desde el 13 de abril (que es la fecha de mi anterior cita, la cual fue presencial porque interpuse una reclamación) Antonio el Sanador me ha dicho TU CASO ES MUY COMPLEJO LO LLEVO A SESIÓN Y TE LLAMO.
Es insultante que me digan esto cada vez que me atienden, y lo es sobre todo porque luego no me llaman y tengo que poner reclamaciones para que lo hagan. Para que cuando lo hacen descubra que ni siquiera ha ido a sesión con mi caso, como pasó la última vez y por eso Toni y yo hemos tenido esa mierda de llamada.
No me quejo JAMAS pero desde que el 22 de noviembre de 2022 comenzara mi viaje por el mundo de la neuromodulación estoy harta. Harta de que el Urólogo que me implantó el dispositivo no se haga responsable de que la pila me causa dolor por cómo él la ha colocado dentro de mi cuerpo, lo que provoca dolor incapacitante incompatible con mi vida laboral, social y atenta a mi salud mental. Y harta de que en la Unidad del Dolor no hagan su trabajo diligentemente.
Desconozco cómo llegaré a Navidad. Sólo espero que si llega la nieve pueda salir a la calle a verla y no sea desde la ventana de mi prisión que es mi casa.
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