Por qué permití dejar de ser yo


Una ya no sabe en qué punto dejó que un tren le pasara por encima o en que punto dejó que la inquina gratuita de la malévola sociedad explotó sus tímpanos. Una no sabe algunas cosas pero, otras las tiene más claras que el azufre.

Gracias a PB -creo que tal vez no sepas quién es ella, porque sí es un "ella", aunque si me sigues hace tiempo tal vez hasta le pongas cara- me he visto desde fuera. Me he teletransportado fuera de mi cuerpo y escrutado con los audios de Lae Sánchez en Instagram ¡ay, Instagram! 

Y aquí estoy ahora. Con mi gato en el regazo escribiendo, divagando ante una pantalla con exceso de brillo y un run-run en mi cerebro.

POR QUÉ PERMITI DEJAR DE SER YO

Ahora no es tiempo de pedirme explicaciones, es tiempo de hacer balance y aniquilar decimales. 

Una nunca prevé el primer choque pero, señoras, las hostias llegan sin esperarlas y eso también tiene magia.

Mi balance de sumas y saldos es sencillo da GANANCIAS.

Sin darme apenas cuenta había caído en un pozo, eso ahora es notable leyendo los post de mi otro blog Cuando la Manada Duerme, ¡madre mía! si eso no era estar en el abismo... pero no lo veía o al menos no al principio. Alguien me empujaba y poco a poco dejé de ser yo. Ya no me reía porque molestaba, no cantaba porque ofendía y... suma y sigue. Una enfermedad fue la patada en el cielo de la boca que todo pocero ansia para la caía definitiva esa que te hace caer a plomo hasta el fondo.

Pues, nada más lejos de la realidad señor pocero. Sin pozo, ni caldero, pero sí empapada de pies a cabeza salí arrastrándome de aquél lugar con mi enfermedad bien apretada a mis entrañas y GRACIAS A ELLA salí a la superficie.

Las hostias de la vida sirven para que dejemos de entornarnos y volvamos a ponernos rectas hacia nuestro destino. Aunque hay golpes que requieren remiendos, zurcidos y un poco de super glue 3 sobre todo en las mejillas.

Nada es tan maravilloso como poder estar aquí con una sonrisa de oreja a oreja, sin saber muy bien por qué, escribiendo pensamientos agolpados, entre lazados y muy apretados que quieren simplemente agradecer a quienes me ayudaron en todo el proceso de sanación emocional tras mi gran hostia. Que esa mano que me dio con toda su fuerza hoy en día me quiere seguir dando cachetes pero, no sabe su guía que sé dar puñetazos a ráfagas sónicas. 

Y como diría esa periodista catalana algo controvertida "como no es lo mismo contarlo que vivirlo " algún día hablaré sin eufemismos. Algún día.

Mientras ese día llega te dejo mi truco para no perder el norte en los días grises que me pillan sin brujula.





Comentarios

  1. Precioso , doloroso, sanador gracias por compartir. Tu historia es la de muchas.

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    1. Gracias a ti por leer y sobre todo por tu comentario.

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