En medio de una oscura noche una explosión, sorda, me despertó en el abrupto silencio de mi habitación. El estallido despeinó mis neuronas y confundió mis pensamientos durante algunos días. ¿Quién podía pensar que aquel dolor insoportable era el gemelier maligno de la archiconocida migraña 24/7?
La famosa migraña, 24/7, atacaba el lado derecho del cerebro, del ojo, del oído, de la mandíbula, de mi. Por eso, el gemelier maligno, maligno de los malotes más temidos, quiso copiar a su hermana pero en el lado izquierdo del cerebro y del ojo. ¿Solo? Solo, porque la magnitud de su fuerza era tal que me llevó flotando hasta las urgencias del hospital infecto de virus, dolor y miedo.
Vieja conocida de aquellas urgencias quise mostrar tatuajes desde mi llegada y, por eso, aquel enfermero que me inyectara un Enantyum intramuscular opinó sobre las obras de arte que esconden mis ropajes. Aunque, quienes me vieron con aquel vestido de gala, cuya abertura roza la obscenidad más que el erotismo, miraron sin pronunciarse aunque como "vieja perra" sé que de mayores les gustaría ser lienzo en manos de maestros de la tinta.
Sí, mis jóvenes y aplicadas aprendices a médicos (R1) me trataron de aquel dolor repentino que catalogarían de "migraña" por mi historia clínica, más que por su experiencia, e indicaron ponerme una vía con Tramadol.
"Los opiáceos son medicamentos que alivian el dolor. Sin embargo, estos medicamentos se utilizan poco para tratar la migraña, debido a sus posibles efectos secundarios (el cansancio y el sueño son efectos secundarios frecuentes) y a que hay otros que son eficaces para aliviar el dolor de migraña".
En cuanto el opiáceo hubo pasado, completamente, a mi torrente sanguíneo el fortísimo dolor remitió, no así el dolor en el fondo del ojo izquierdo y solo tendría que esperar 5 horas para que el médico adjunto, de servicio aquel lunes en urgencias, firmara el alta.
Esa noche la luna me miraba con una sonrisa pícara, ella sabía que Lorenzo no me traería nada bueno, qué lista Catalina.
La resaca, cansancio, mal cuerpo y dolor migrañoso triple me acompañarian desde primera hora de la mañana. Aquel martes no podía tomar decisiones importantes, tal vez, cortar por lo sano hubiera sido lo fácil pero decidí esperar y llamar, en busca de ayuda, a mi Neuróloga.
Ya sabes, en todo hospital que sea digno de ti y de mi, debe existir, al menos, un médico, un ser de luz. Aunque te pueda parecer que yo los coleccione porque hablo de mi médico del amor (médico de la unidad del dolor), mi urólogo del amor y ahora, también, de la Neuróloga con la que inicio amorío, no es así pues a mucho orco he tenido que matar por el camino hospitalario.
Y bien, como en todo buen romance que se inicia, ella me devolvió la llamada, escucho mi angustia, mi dolor y me rescató.
Me pautó un antiinflamatorio a tomar durante 7 días. Hoy puedo decir que me ha funcionado, aunque ya es día siete y la amiga 24/7 me está saludando, el ojo del maligno latiendo y mi cerebro pensando que ni confinamiento ni pandemia: mi migraña asesina y yo tenemos mucho mundo que ver antes de despedirnos para siempre .... o no.
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